RECONQUISTA WEATHER
Argentina se consagra campeón en el Mundial de Ingeniería Aeroespacial de la NASA: un hito con sabor a resistencia

Redactado

Diez jóvenes del ITBA conquistaron la CanSat Competition celebrada en Virginia (EE.UU.) y lograron el primer puesto histórico para América Latina, venciéndose en autogiro, transmisión de datos y video en pleno vuelo.

Con un dispositivo del tamaño de una lata de gaseosa, los estudiantes argentinos no solo desafiaron a gigantes académicos, sino que evidenciaron el tremendo potencial tecnológico del país, en un contexto de recorte educativo y promesas incumplidas del gobierno de Javier Milei.

Argentina vivió este 9 de junio una de esas noches que algún día escribirán los libros de historia: diez estudiantes del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), todos entre 21 y 24 años, hicieron estallar de orgullo al país al coronarse campeones del mundo en la edición 2025 de la CanSat Competition —una especie de Mundial de ingeniería aeroespacial— respaldada por la NASA, la American Astronautical Society (AAS), Lockheed Martin y Siemens (24con.comcarlospazvivo.com). Para quienes hayan seguido estas competencias, el logro adquiere una dimensión histórica: es la primera vez que un equipo latinoamericano obtiene el primer puesto (carlospazvivo.com).

La competencia no es un juego para campañeros, sino toda una proeza técnica: diseñar, construir y lanzar un “satélite” del tamaño de una lata de gaseosa que, elevado por un cohete a 700 metros de altura, debía desplegar un autogiro de descenso, transmitir datos en tiempo real —temperatura, presión, posición. Un desafío que exige una precisión impecable y un trabajo en equipo casi militar: electrónica, software, estructuras y logística en pleno vuelo.

El ITBA se perfiló candidato desde enero, cuando obtuvieron un 99 % en la primera evaluación técnica, posicionándose entre los cinco mejores equipos del mundo antes aún de viajar a Estados Unidos . Santiago Bolzicco, líder del equipo, resumió el proceso así: “un equipo que abunda en creatividad, conocimiento y persistencia”  Las palabras suenan humildes, pero detrás hay meses de esfuerzo, trabajo colectivo y noches sin dormir, que contrastan con la escasez de inversión pública en ciencias, el recorte educativo y el vaciamiento institucional promovido por las políticas del presidente Javier Milei.

Porque hay que decirlo sin anestesia: mientras el equipo ITBA volaba alto, acá nos enterábamos de recortes en becas, cierre de carreras y amenazas a la universidad pública. No es pura casualidad que este triunfo se convierta también en una bandera en contra del desguace de la ciencia nacional. Si el Gobierno de Milei hubiera puesto un peso en las universidades, otro gallo cantaría: habría más jóvenes diseñando satélites, menos migración del talento y una Argentina distinta, más competitiva y con futuro.

La recta final en Virginia fue dramática: 40 equipos universitarios intentaron arrebatarles el podio, incluidos varios de Estados Unidos, Polonia, Taiwán y Canadá . Sin embargo, la combinación de ingeniería de alta precisión, software optimizado y nervios de acero los llevó a hacerse con el oro. El momento decisivo: el lanzamiento, seguido de cerca por jueces internacionales, donde cada real y dato valieron más que cualquier escalón previo.

Este triunfo no es casual. El despegue del proyecto comenzó a fines de 2024, cuando un grupo de estudiantes que no se conocían entre sí decidió unirse con un objetivo común: ganar el CanSat . Ese proceso agrupó a talentos de Ingeniería Mecánica, Electrónica, Industrial, Informática y Bioingeniería, organizados en subgrupos interdisciplinarios. Ese espíritu, como decía Bolzicco, fue lo que les permitió elevar una lata y una pasión hacia lo extraordinario.

Es verdad que no se trató de un satélite en órbita: no cruzó el planeta, no alcanzó la Estación Espacial Internacional ni envió una señal a otro continente. Pero la simulación exacta de una misión real —con datos, video y maniobras autónomas— demostró que Argentina no solo puede competir en el terreno espacial: lo puede ganar. El salto de “mirar el cielo” a diseñar tecnología espacial es gigantesco, y más cuando lo hacen jóvenes de menos de 25 años.

La pregunta no es si esto cambia el juego: el cambio ya pasó. Solo resta que se reconozca políticamente. Hasta ahora, tanto el Estado nacional como las empresas han mirado para otro lado. Se necesitan más sponsor privados, más inversión pública, convocatorias transparentes y una política de Estado que sostenga a la ciencia, en lugar de mirarla con recelo o hostilidad desde el Ejecutivo.

Argentina no es solo los laureles de esta competencia: es un país que resiste, que inventa y que grita “¡acá estamos!” cuando el Gobierno intenta imponer una agenda de desidia. Esos diez estudiantes levantaron un satélite, pero también una esperanza. Su ejemplo debería retumbar en jardines de infantes, secundarias y facultades. Porque en este triunfo está el sueño de que otros respondan con hechos, y no con tuits.

En definitiva, este campeonato —desde Virginia— tiene que servir para algo más que para el aplauso ocasional. Es un llamado a recuperar las banderas de la educación y la ciencia, a que valga la pena dedicarse a estas disciplinas, y a que no sea imposición: sino elección, sin miedo, sin techo, desde el corazón de un país que celebra un triunfo que es, también, un acto de rebeldía frente al ajuste y la ignorancia.

Más
articulos