Llega diciembre y el calendario nos marca, una vez más, la cercanía de la Navidad. Para el mundo cristiano, es la conmemoración del nacimiento de Jesús, un acontecimiento que simboliza el inicio de una nueva alianza y una luz de esperanza para la humanidad. Sin embargo, más allá de lo religioso, la Navidad se ha consolidado como un fenómeno cultural que atraviesa a toda la sociedad argentina, marcando un tiempo de balance y, sobre todo, de reencuentro.
El significado profundo, Fe y Esperanza, en su esencia, la palabra “Navidad” proviene de Nativitas (Nacimiento). En un mundo muchas veces convulsionado, la fecha invita a renovar la fe y la esperanza. Representa la oportunidad de “volver a nacer” en nuestros propósitos, de limar asperezas y de valorar los vínculos afectivos. Para muchos, es el momento de la pausa necesaria para agradecer y proyectar el año que vendrá.
El ritual del encuentro y la mesa argentina, en nuestro país, la Navidad es sinónimo de familia y amigos. Es el ritual de la mesa larga, el brindis de medianoche y el despliegue de platos tradicionales que, a pesar del calor de diciembre, no pueden faltar: desde el clásico asado o el vitel toné, hasta el pan dulce y los confites.
Sin embargo, este año el contexto impone una mirada diferente. El difícil momento económico que atraviesa la Argentina no es ajeno a los preparativos. La inflación y la pérdida del poder adquisitivo han transformado la organización de las fiestas.
Muchos hogares optan por marcas menos conocidas o reemplazan cortes de carne tradicionales por opciones más económicas.
La “canasta comunitaria”, Se ha vuelto una regla que cada invitado aporte un plato o una bebida para alivianar el costo al anfitrión, se riorizar el afecto sobre lo material, los regalos ostentosos han dado paso a detalles simbólicos o al famoso “amigo invisible” para que nadie se quede sin un presente, cuidando el bolsillo de todos.
El desafío de celebrar con el corazón, a pesar de las cifras económicas y la incertidumbre, el espíritu del argentino demuestra una vez más su resiliencia. La crisis nos obliga a volver a lo básico, lo que realmente importa no es la abundancia en la mesa, sino quiénes están sentados alrededor de ella.
La Navidad en 2025 nos desafía a rescatar el sentido de la solidaridad. Es un momento propicio para mirar al vecino que está solo o a aquellas familias que atraviesan situaciones de mayor vulnerabilidad.
En definitiva, celebrar la Navidad hoy significa defender la alegría a pesar de las dificultades. Es entender que la verdadera esperanza no reside en la economía, sino en la capacidad de seguir apostando al encuentro, al abrazo y a la fe de que, juntos, siempre es posible volver a empezar.

